La colonia china preserva su cultura
LA COMUNIDAD CHINA EN RD
Por Javier
Valdivia
Santo
Domingo
A las 9:00
de la mañana, sentada a la entrada del local, Wu Yuexian vigila, atenta y
silenciosa, a cada niño que llega a las clases de los sábados, algunos
soñolientos mientras la mañana también se despereza y sólo pocos vehículos se
oyen pasar por la calle Josefa Brea del ensanche Luperón.
Wu, de 67
años, no habla español y parece algo severa. Pero sonríe cuando muestra
orgullosa sus aportes al lugar: inscripciones en el patio para inculcar valores
y recomendaciones a los padres para mejorar la enseñanza en la Escuela China de
Santo Domingo, donde poco más de un centenar de niños chinos aprende el
mandarín que trajeron sus abuelos tres y cuatro generaciones anteriores.
“La
educación (china) es muy diferente. Con demasiadas vacaciones (en el sistema
dominicano), los chicos no pueden aprender tanto”, dice Wu, que tiene una
experiencia de más de treinta años como maestra en China, de donde llegó al
país en el 2006.
Ciento
cincuenta años después de la llegada de los primeros chinos a República
Dominicana, y de las siguientes olas migratorias a lo largo del siglo XX, es
aquí donde los descendientes de una cultura milenaria se reencuentran con sus
orígenes, pero comparten ese legado con una sociedad a la que están
completamente integrados.
“La
conjunción de mis genes orientales con el dominicano ha resultado en un
complemento que me ha permitido equilibrar lo extrovertido del Caribe con lo
introvertido del oriental, produciendo un resultado más equilibrado del
carácter y de la personalidad”, dice Haivanjoe Ng Cortiñas, quien junto a
Siquio Ng de la Rosa, es uno de los dos políticos dominicanos de ascendencia
china.
“Para mí eso
ha sido una bendición, el que se haya mezclado lo mejor de los rasgos de ambas
nacionalidades”, dijo Ng a LISTÍN DIARIO.
Hijo de don
Manuel Ng, nacido en la provincia china de Cantón, Haivanjoe Ng, desde la
muerte de su padre en 1971, perdió contacto con su familia debido a que el
único familiar directo también murió más o menos por la misma fecha.
De aquella
generación pocos quedan con vida, incluyendo a don Ángel Cheaz, el primer chino
graduado en una universidad dominicana, hoy de 87 años; y don Gilberto Yip, de
88.
“Nuestros
viejitos se nos van muriendo y pasan a ser parte de nuestra historia”, dice
Rosa Ng, economista y destacada integrante de la comunidad chino-dominicana,
que recuerda las recientes muertes de don Misu Joa, “el alma del Barrio Chino”
que partió con más de 80 años, y la de don Richard Hsu, el empresario que jugó
un gran papel de intermediario entre taiwaneses y cantoneses, desaparecido el
año pasado a la edad de 96 años.
El final del camino
Los chinos
que se quedan a morir aquí son enterrados en panteones familiares y
tradicionales como los que existen en el cementerio Cristo Redentor, al norte
de la capital, aunque el primero fue fundado en 1968 en la avenida Máximo Gómez.
Los que
regresan, siguiendo el viejo adagio chino: “Las hojas deben volver a su propia
tierra o a sus raíces”, y que en mandarín se pronuncia “Luo Ye Gui Gen”,
normalmente se van después de ciertas edades cuando saben que les llegará la
muerte.
Su King
Fung, que vino al país en 1965 y es ahora presidente del Centro de la Colonia
China Inc., cree que deben quedar apenas unos 1,000 chinos de las primeras
migraciones, de los 20,000 a 30,000 chinos que viven actualmente en el país que
no nacieron aquí (un censo determinará la cantidad exacta), y que componen la
comunidad dominico-china de unos 60,000 integrantes (2.5 miembros por cada
familia para fines de proyección) si se suma a sus descendientes.
La mayoría
de esos inmigrantes (aproximadamente el 93.4%) proviene de Guangdong (antes
Cantón), otro 3.5% de Taiwán, 2% de Fujian, 1% de Zhejiang y 0.1% de Beijing y
Shangai, según Wilson Ho, asesor del Centro de la Colonia China, la entidad que
agrupa a las principales asociaciones familiares, una vieja tradición que la
comunidad conserva en República Dominicana.
Los hijos de
esos aventureros y emprendedores son hoy gente reconocida en el país. Además de
los antes nombrados, también figuran el prominente médico y filántropo Ángel
Chan Aquino, los historiadores Mu-Kien Adriana Sang Ben y José Chez Checho; la
economista y diplomática Rosa Ng Báez, el investigador y catedrático Tony
Lilong Larrauri, el cineasta Claudio Chea, la educadora Clara Joa, y el
economista y ex funcionario Miguel Sang Ben. Y muchos más.
“El
colectivo de descendientes de los primeros chinos inmigrantes casados hasta
1949 ha dado excelentes profesionales, académicos e incluso algunos líderes
políticos que han hecho grandes aportes a la sociedad dominicana, más como
dominicanos que como chinos”, dijo Rosa Ng al LISTÍN DIARIO.
Pero también
hubo héroes como Rafael Chu Lagares, nacido en Restauración, el 23 de julio de
1945, que vivió junto a su familia en la calle Vicente Celestino Duarte, a poca
distancia de donde dio su vida por el
país, veinte años más tarde, peleando junto a las tropas constitucionalistas
durante la ocupación norteamericana. El hijo de
Alfonso Chu, inmigrante chino, y de la dominicana Carmen Lagares, murió a los
19 años.
Otro caso
poco conocido, y que recupera la historiadora Mu-Kien Sang Ben, es el de Rafael
Leo, director de una revista, y de Sam Ng, apresados y el primero desaparecido
y asesinado durante el régimen de Trujillo, aunque la colonia responsabilizó del hecho al entonces embajador chino
en el país, Li Chiao, por supuestas desavenencias, acusación que le costaría el
puesto a la larga.
Más allá de
episodios condenables como el de Chu, “la colonia china ha crecido y ha
diversificado sus lazos parentales y sociales. Las nuevas generaciones, con sus
rostros redondeados son sólo una evidencia de su ascendencia, pero se han
integrado a la sociedad”, comentó Sang.
Evolución
La
historiadora ostenta uno de los apellidos más comunes de origen chino en el
país, pero “nada es confiable con los apellidos”, como ella misma dice.
Wilson Ho,
presidente de la Asociación de las Familias Joa, Lai y Kong, conocida como Sam
Yick Tong (“Organización de Tres Familias” en español) explicó a LISTÍN DIARIO
que su propio apellido evolucionó de “Joa” a “Ho” y luego a “He” (primera,
segunda y tercera generación).
Así, el
apellido Chong, de hace 100 años, derivó en el país en la voz “Ng”, entre 1930
y 1940, y posteriormente en Wu (mandarín oficial); igual que el de uno de los
chinos más longevos en República Dominicana, don Ángel Cheaz, cuyo apellido
proviene de Zheng/Ches (Chiá, Chez, Xie), o el de otros representantes de la
colonia como los Fung (Feng) y los Sang (Sen), que están además entre las
familias más viejas de la colonia.
Ho, que
llegó en 1963 aunque la presencia de su familia se remonta a 1938 cuando lo
hizo su abuelo, sabe que los últimos apellidos proceden de la unificación del
idioma durante la revolución de Mao, tanto como que “Den Xiaoping, (el
emprendedor de las reformas económicas de liberalización de la economía
socialista) abrió las puertas a la migración”.
Fue en esos años, entre 1978 y 1986, en que,
como dice Sang Ben, “el país vivió un boom desconocido de migrantes chinos que
solicitaban vivir en República Dominicana”, sobre todo durante el gobierno de
Antonio Guzmán, que dio origen a cuestionamientos del Poder Ejecutivo y a
investigaciones y denuncias como la que decía que el gobierno dominicano exigía
a los chinos que solicitaban naturalizarse, la compra de un bono diez mil pesos
de la serie “Huracán David”, que en 1979 causó estragos en el país.
En “La
diáspora China en el Caribe. El caso de la República Dominicana 1961-2000”, una
conferencia dictada por Sang hace dos años, la experta dijo que “se habló de una
mafia mixta, de dominicanos y chinos, que estaba traficando con la entrada
ilegal de chinos que obtenían la nacionalidad dominicana para seguir hacia
Estados Unidos”.
“Tan lejos
llegó la situación que en octubre de 1985, el consultor jurídico del Ejecutivo,
Enmanuel Esquea Guerrero, anunció que el gobierno no nacionalizaría a más
chinos. Afirmaba que la corruptela, que había comenzado en 1977 y que terminado
en 1982, cobraba hasta 50,000 dólares por gestionarle la nacionalidad”, agregó
la investigadora.
Una década
después, en 1994, las autoridades interceptaron a 25 inmigrantes chinos
ilegales y días después clausura un hotel en la capital y detiene a Yon Tang
Ng, acusado de pertenecer a una red de tráfico de ilegales chinos a Estados
Unidos, en momentos en que 147 chinos ya habían sido repatriados y más de cien
estaban escondidos en diferentes puntos del país según el entonces director de
Migración, Vitelio Mejía.
La embajada
de Taiwán, dijo entonces que una red que traficaba con indocumentados chinos
los introducía a Santo Domingo procedentes de la provincia de Fukien, en China
Popular, tras obtener visados dominicanos legales como turistas en Hong Kong,
cobrándoles entre 25,000 y 35,000 dólares por cada viaje.
Al año
siguiente, en 1995, Beijing confirmó que el consulado general de República
Dominicana en Hong Kong estaba siendo investigado por ser sospechoso de estar
implicado en un caso de corrupción, y en 1996, el 19 febrero, 39 chinos
indocumentados, quince menores, fueron recluidos en Najayo tras haber sido
capturados en el mar Caribe. Llegaron a República Dominicana a través de Haití,
en un trayecto que incluyó a Hong Kong, París y Amsterdam.
Fueron los
casos más sonados de tráfico de ilegales hasta el del diputado Radhamés Ramos
García, detenido en La Vega el 13 de enero del 2005 acusado de tráfico de
ciudadanos asiáticos en 2002, entre ellos chinos, a través de Haití, y el de
Hai/Nai Ling Wu, de 20 años, quien el año pasado fue liberada de un “picapollo”
del que supuestamente no se le permitía salir y donde era torturada.
LISTÍN
DIARIO solicitó a la Dirección General de Migración información reciente sobre
migración china a República Dominicana, pero una semana después no había
obtenido respuesta. En la Policía Nacional, LISTÍN no halló ningún dato
relevante que involucre a la comunidad china en los últimos meses.
El tráfico
de ilegales está asociado también a la famosa mafia china, pero Rosa Ng,
representante comercial dominicana en Beijing, dijo que es probable que algunos
pocos eventos de muertes o de tráfico tengan que ver con el crimen organizado a
través y desde otros países, y aseguró que su gestión se ha esforzado por
contribuir a transparentar el proceso migratorio chino hacia nuestro país, especialmente en lo concerniente a
la reunificación familiar.
Ho, otro
destacado representante de la colonia, comentó que en ciudades grandes como
Nueva York hay más probabilidad de la existencia de la mafia china que en
comunidades pequeñas como la República Dominicana.
“En los
lugares grandes se junta lo bueno, lo malo y lo peor. Aquí es más tranquilo
comparado con otros países”, afirmó Ho, aunque agregó que “últimamente hubo
algún intento, pero (la mafia) no pudo penetrar (en la colonia)”.
Lo mismo
dice Su King Fung, el presidente de la organización que agrupa a las
principales familias y empresas chinas, y que él define como una entidad creada
para defender los intereses de la colonia china en el país (la mayoría no está
agrupada) dentro del marco de la ley, buscar la unidad de sus miembros y
promover la cultura y mantener las fiestas y tradiciones chinas.
Como en la
Escuela China en la que se forman los nuevos chino-dominicanos, que surgió en
1963 cuando tenía una sola maestra (hoy tiene seis) y funcionaba en la avenida
Duarte No. 13.
Rubén Lu,
secretario del Centro de la Colonia China Inc., explicó a LISTÍN DIARIO que la
comunidad compró parte del terreno para la escuela en 1972, y que ya para 1974
tenía seis cursos de diferentes grados y al menos 76 estudiantes. Tras algunos
problemas en los años siguientes y la formación de un consejo de
administración, recibió un impulso a partir del 2008 cuando empezó a
recuperarse.
Pero además
de la escuela del ensanche Luperón, hay otro Colegio Chino, ubicado detrás del
Ministerio de las Fuerzas Armadas, donde 150 niños chinos, taiwaneses y
dominicanos estudian bajo las instrucciones de la profesora Wendy Chang y el
auspicio de la Embajada de Taiwán.
El interés
por aprender mandarín se extiende hasta la Universidad Autónoma de Santo
Domingo (UASD), a cuya Escuela de Idiomas acuden en la actualidad 45
estudiantes y se han graduado 25 desde hace nueve años, según el director del
centro de enseñanza, Ramiro Rodríguez. Y también al lejano Taiwán, donde
funciona un programa para estudiar mandarín en grado, maestría y doctorado, en
coordinación con el Despacho de la Primera Dama, que ha beneficiado a más de
1,500 dominicanos de acuerdo la delegación diplomática.
Ya sea con
el mandarín o las pulperías (que derivaron en supermercados) y el horario
corrido cuya implementación en el país es atribuida a la colonia china, o por
sus aportes a la gastronomía como los chicharrones de pollo que según Rosa Ng
fueron inventados por el cocinero Felipe Chez, y popularizado en los
restaurantes chinos, la cultura de esta comunidad ha logrado integrarse
plenamente a la dominicana y se ha convertido en un referente obligado en el
país, tanto por la inagotable laboriosidad de su gente como por la
extraordinaria riqueza de sus costumbres.
Colaboraron
con este reportaje
los
periodistas Bethania Apolinar
y Ramón
Urbáez.
(+)
LOS “CHINOS DE BONAO”
La
referencia a los “chinos de Bonao”, según Rosa Ng, activa integrante de la
comunidad dominico-china y actual representante comercial dominicana en
Beijing, deriva de la famosa frase “Eso lo saben hasta los chinos de Bonao”,
que se utiliza para referirse a algún hecho o situación que es conocido por
todos, pero que alguien se empeña en ocultarlo o negarlo.
Ng dice que
en una esquina del parque principal de Bonao, se encontraba el restaurante de
la familia Sang, cuyo jefe estaba asociado a otras dos familias, Lee y Lung,
adonde llegaban siempre funcionarios del gobierno de Trujillo que debían hacer
una parada obligada en esa ciudad, en la ruta Norte-Sur y viceversa camino a
Santiago de los Caballeros.
“En
consecuencia, los dueños se enteraban de las primicias que los funcionarios
comentaban mientras estaban en el restaurante. Y para evitarse problemas, los
chinos del local mantenían un firme sigilo acerca de lo escuchado, razón por lo
cual, cada vez que les preguntaban algo, ellos respondían que no sabían nada
cuando en realidad lo sabían todo”, dijo Ng Báez.
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