"Xīnnián kuàilè" 新年快乐, Barrio Chino SDQ


¡TAM! ¡TAM! ¡TAM! ¡TAM! ¡TAM! ¡TAM! ¡TAM!

¡PLAM! ¡PLAM! ¡PLAM! ¡PLAM! ¡PLAM! ¡PLAM! ¡PLAM!

Giny miraba asombrada el paso de los leones en el Barrio Chino. Su madre la tenía abrazada para no perderla entre la multitud. El público miraba desde las aceras y los danzantes atravesaban la calle con donaire.

¡TAM! ¡TAM! ¡TAM! ¡TAM! ¡TAM! ¡TAM! ¡TAM!

¡PLAM! ¡PLAM! ¡PLAM! ¡PLAM! ¡PLAM! ¡PLAM! ¡PLAM!

Estaban los músicos en un lado. Un enorme tambor sonaba con ritmo. También alguien tocaba unos enormes platillos. Los leones hacían gestos con sus vistosos trajes.

—¿Te gusta, Giny? —preguntó la mamá a la pequeña de 8 años que apenas escuchaba, tanto por el ruido de la danza como por su fascinación ante el espectáculo. La madre continuó:

—¡Es el Año Nuevo Chino! Se celebra entre enero y febrero de cada año porque ellos se rigen por el calendario lunar y nosotros por el solar. Pero, ¿sabes qué, Giny? ¡Todos los pueblos se hermanan ante las grandes fiestas!

Cuando pusieron el árbol de Navidad en su casa, el pasado diciembre, Giny leyó que muchos adornos decían: «Made in China». Bolas de diversos colores, figuras desde ángeles a pequeños Santa Claus; instalaciones de bombillitos de colores… Sus padres le habían explicado que China tenía fábricas enormes que suplían esos adornos para el mundo.

—¡Mira, mira, Giny! Ahora los danzantes reciben el «hongbao». Son sobres rojos con dinero. Así también expresan gratitud a los bailarines con la costumbre de atraer la buena fortuna. Ellos también utilizan la filosofía de «Dando es como recibimos», de San Francisco de Asís.

—Tengo hambre —dijo Giny.

—Vamos a comer algo que te gusta mucho. —la madre y Giny entraron en uno de los restaurantes del Barrio Chino.

—Mami, yo vi una imagen en un libro donde una señora está sobre un caballo y un señor va delante, igualito que María y José buscando posada.

—¿Verdad que es interesante? Yo también lo asocié con la Navidad nuestra. Esa imagen ilustra la costumbre de hace miles de años en China. Las mujeres recién casadas que ya habían formado un nuevo hogar, regresaban a la casa de sus padres el segundo día del Año Nuevo Lunar. Ella y su marido llegaban con regalos para el papá, la mamá y los parientes. ¡Un reencuentro feliz!

春节 chūnjié /chwnn-jyeah

—¿Y por qué dicen «Festival de Primavera»? —preguntó Giny.

—Eso es porque las fiestas anuncian el final del invierno. En los países que viven de la agricultura, de lo que se cosecha en la tierra, cada temporada tiene mucha importancia. Para los chinos, la llegada de la primavera no solo es el buen tiempo, también es la recolección de sus cosechas y la abundancia. Si te fijas, igual que nosotros, ellos dan fin a lo malo y les dan la bienvenida a lo nuevo.

—¿También tienen una «Noche vieja»? —quiso saber la niña.

—También. Y limpian la casa previamente con los mismos fines que nosotros: Recibir el año libres y limpiecitos. También estrenan ropas nuevas. Y ponen carteles en sus puertas recibiendo la suerte y ahuyentando lo malo.

—¡Y tiran fuegos artificiales!

—¡Sííí! El pueblo chino es el inventor de la pólvora. Sus fuegos artificiales son muy ingeniosos. ¿A qué tú no sabes cómo nació esa costumbre de tirar cohetes en Año Nuevo?

—¡Yo sé! ¡Yo sé! Me leí la leyenda del Nian. —dijo Giny con entusiasmo.

—¡La bestia mítica! —dramatizó la madre poniendo las manos para atrapar a Giny.

—¡Aaaaaaay! ¡No me comas! —bromeó Giny.

—El Nian era terrible. Solo descendía de la montaña una vez al año. Tenía unos enormes dientes, garras como garfios, ojos inyectados de sangre, una hedionda pelambre como púas, una enooorme cabeza. Todo bestia, entraba a devorar las cosechas y hasta a los aldeanos.

    »Hasta que un día, un campesino vestido de rojo que regresaba a su casa sin saber que en su patio estaba el Nian, lo sorprendió. Extrañamente, el Nian al verlo, huyó despavorido y el hombre se quedó totalmente perplejo.

    »Otro día, casualmente, un señor llegó a su casa y observó que el Nian se dirigía a devorar a sus niños, pero no tenía tiempo de avisarles. De repente, los niños empezaron a jugar haciendo restallar unos látigos que habían hecho para guiar el ganado.

    ¡ZAS! ¡ZAS! ¡ZAS! ¡ZAS!

    »El padre vio admirado como el Nian huía del lugar ante el sonido estridente de los latigazos.

»En la tercera ocasión, el Nian estaba agazapado para atrapar a una anciana pero ella sin saber que el monstruo se encontraba ahí, encendió una palo de bambú para alumbrarse y vio paralizada como una estatua, a la bestia escapar rauda hacia el monte.

—Y así descubrieron al juntarse todos que el Nian tenía miedo del color rojo, de los ruidos estridentes y de la luz. —completó Giny que se sabía la historia pero no se cansaba de oírla.

—¡Sííí! Desde entonces adoptaron las costumbres de vestir de rojo, poner carteles rojos en sus paredes, iluminar las casas y los caminos y llenar sus vidas con sonidos que espantan a la bestia que simboliza lo malo y lo feo.

—Así se libraron del Nian y fueron felices. —concluyó Giny a quien le acababan de poner delante, en el restaurante chino, un servicio de dumplings bien calientes.

"Xīnnián kuàilè", mami.

"Xīnnián kuàilè", mi niña preciosa. Parabienes y fortuna para ti

©Leibi Ng. Santo Domingo

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