China y México, relación prioritaria, asociación estratégica y amistad solidaria
MEXICO, 1 mar (Xinhua) -- El 14 de febrero de este año se celebró el
cuadragésimo aniversario del establecimiento de relaciones diplomáticas entre
los gobiernos de los Estados Unidos Mexicanos y de la República Popular China.
Una fecha de particular importancia para ambos países pues no sólo
provee el escenario idóneo para conmemorar cuatro décadas de sólida
colaboración e intercambio sino que también constituye la oportunidad perfecta
para repensar el camino que dicha relación habrá de seguir durante los años
venideros, a partir de los retos y de las potencialidades que plantea el
contexto actual de la realidad internacional, en la que tanto México como China
aspiran a jugar un papel preponderante.
El rol protagónico que a lo largo de los últimos años China ha
desempeñado en ámbitos como la economía, la política y la cultura resulta
indiscutible. Su peso como país en un mundo cada vez más interdependiente y
globalizado le convierte en un interlocutor indispensable para la consolidación
de una comunidad internacional segura, viable y con posibilidades de
crecimiento.
En este sentido, y como parte fundamental de su estrategia de
reinserción internacional, está en el interés de México potenciar sus vínculos
con China; equilibrar las relaciones entre los dos países a través de acciones,
proyectos y estrategias puntuales, concretas y eficaces.
Y qué mejor momento para buscar ese renovado acercamiento entre China
y México que el actual, un año tan significativo en tantos niveles. El año del
dragón, de acuerdo con el calendario chino, y el de un nuevo ciclo, según el
calendario maya; el año en el que México elegirá en las urnas un nuevo rumbo
para el país a través de las elecciones presidenciales del mes de julio y en
China habrá tiempos de renovación de liderazgos.
El año en el que nuestras dos naciones celebran cuarenta años de haber
iniciado sus relaciones diplomáticas. Entre México y China los vínculos son
fuertes y estrechos, tienen detrás de sí una gran historia y poseen, sin duda
alguna, un enorme potencial.
Desde el siglo XVI, cuando desde el puerto de Acapulco el Galeón de
Manila adelantaba la importancia del comercio transpacífico entre nuestros
países, proveyendo de sedas y especias al mercado del Parián de la ciudad de
México, y el idioma español, con acento novohispano, cruzaba de vuelta el mismo
océano para escucharse por vez primera en los territorios de la China
continental; hasta nuestros días, en los que China y México comparten puntos de
vista y espacios en foros tan importantes como el Grupo de los 20 o el Foro de
Cooperación Económica Asía-Pacífico, nuestros países han forjado un lazo que
trasciende distancias y fomenta entendimiento entre sus dos milenarias
culturas.
Esta historia en común debe ser punto de partida y de llegada de la
nueva relación entre México y China. Una relación que habrá de basarse en el
mutuo respeto y en la suma de oportunidades y la cual florecerá oportunamente a
partir de acciones precisas y dinámicas en los ámbitos económico, cultural, educativo,
científico, tecnológico, turístico y político.
México es para China la puerta de entrada más conveniente, eficaz y
práctica a América del Norte; además de ser un interlocutor sin parangón
vis-à-vis el resto de América Latina, particularmente en lo tocante a
Centroamérica y al Caribe. Mientras tanto China representa para México una
plataforma inigualable para incrementar su inversión productiva y para
multiplicar y diversificar su capacidad exportadora al interior del mercado más
grande del mundo.
China y México necesitan equilibrar su relación a través de mecanismos
económicos concretos que fomenten la llegada de inversión de China a México y
la apertura del mercado chino a nuevos y competitivos productos mexicanos, como
los agroalimentarios e industriales.
Mecanismos que promuevan sectores de la economía nacional en los que
existe gran potencial de crecimiento a través de alianzas estratégicas con
China, como el tecnológico y el medio ambiental, en áreas como las energías
renovables.
Entre nuestros países deben generarse las condiciones necesarias para
que las inversiones y la balanza comercial gocen de buena salud y crezcan de
manera favorable y exponencial.
Nuestros países deben engrosar su intercambio cultural, científico y
educativo a partir del rico bagaje que vincula a sus dos ancestrales culturas.
Una mayor presencia del Instituto Confucio en México a través de sedes propias
y en un mayor número de ciudades será el medio perfecto para difundir la
cultura china y el idioma mandarín entre un público amplio.
Esfuerzo que a la par de la apertura de Institutos Culturales de
México en territorio chino, enfocados en la promoción de los valores y
tradiciones culturales mexicanas y en la enseñanza del idioma español, llevará
a un efecto espejo en nuestras respectivas sociedades, combatiendo estereotipos
y favoreciendo el entendimiento.
En el mismo tenor, México y China deben incrementar su cooperación
técnica y deportiva, a través de implementar capacitaciones técnicas en uno y
otro país por parte de expertos de la contraparte y de establecer centros de
alto rendimiento físico/deportivo que beneficien a un grupo nutrido de atletas
a uno y otro lado, en aras de un mutuo beneficio que engrandecerá sus
perspectivas en los demás ámbitos de la relación.
Asimismo, México y China habrán de apuntalar las oportunidades que
presenta el sector turístico para ambos mercados. México tiene la capacidad y,
principalmente, la intención de convertirse en una plataforma americana para el
turismo chino de negocios, inversión y congresos. Por último es primordial para
nuestros países fomentar el diálogo y la interlocución constantes tanto en
organismos multilaterales como a nivel bilateral, a través del fortalecimiento
y la reactivación del Grupo de Alto Nivel que desde 2003 ejemplifica lo
prioritario de la relación entre nuestros países.
México necesita recuperar su prestigio y presencia en el mundo,
recobrar los espacios que a lo largo de la última década ha perdido en
detrimento de sus intereses y de su crecimiento.
Para lograrlo, necesitamos construir un Estado eficaz que fortalezca
el Estado de Derecho y que haga que México crezca conforme a su verdadero
potencial económico. Esto es fundamental, ya que la solidez interna genera
credibilidad y liderazgo internacional. En el nuevo contexto de un México
fortalecido con una renovada proyección internacional, la relación con China
será, sin duda, prioritaria.
México debe rencontrar un liderazgo internacional que vaya acorde a su
peso económico, demográfico y cultural; un liderazgo que nazca de una nueva
visión y que propicie un cambio de dirección; un liderazgo que persiga una
agenda precisa y enfocada y que busque alianzas estratégicas y perdurables pero
sobre todo mutuamente benéficas con países prioritarios.
A cuarenta años de haber entablado relaciones diplomáticas, China y
México deben celebrar su vínculo y analizar su futuro próximo. Nuestros países
tienen aún mucho camino por recorrer y, sobre todo, tienen ante sí la gran
oportunidad de hacerlo en conjunto, cumpliendo expectativas de cada uno,
alcanzando objetivos particulares y persiguiendo intereses propios. Todo ello a
partir de una estrategia común, fundamentada en el equilibrio y la igualdad de
oportunidades de crecimiento.
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